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La oscuridad interna, la luminosidad exterior: Territorio de luz, de Yuko Tsushima

Yuko Tsushima nació en Tokio en el año 1947 y murió en la misma ciudad el 2016. Comenzó a publicar bastante joven y en vida recibió una cantidad de galardones literarios muy extensa, entre los que se pueden mencionar el premio Izumi Kyoka en 1977, el premio Noma en 1979 (precisamente por Hikari no ryobun o Territorio de luz, en su traducción) o el premio Tanizaki en 1998, algunos de los galardones japoneses más importantes en este ámbito. Pese a su trayectoria, solo este año 2020 se abre la posibilidad de leerla en lengua española, con la traducción de Territorio de luz llevada a cabo por Tana Oshima y publicada por Editorial Impedimenta, en una bellísima edición (solo basta con mirar la portada).


Llama la atención este detalle, considerando la importancia de su obra y el hecho de que ya había sido traducida a varios idiomas, extensamente al inglés por ejemplo, de la mano (principalmente) de Geraldine Harcourt. La elección de la obra, en cuanto a su calidad e intensidad, es acertadísima y sin dudas dejará al lector con ansias de conocer a fondo la obra de Tsushima.



La novela, de doscientas páginas, nos cuenta el tramo de vida de una familia que acaba de disolverse; un matrimonio japonés de cuatro años se separa y la mujer, de quien no llegamos a saber el nombre, es quien se hace cargo entonces de mantener a la pequeña hija de ambos. También es la voz a través de la cual conoceremos la historia de la pareja, en primera persona. La cruzada de Tsushima es arriesgada: Japón, como Chile, es un país con una fuerte carga machista en su cultura y sus costumbres, pero en aquellos años en que el libro fue publicado es de esperar que el panorama fuera mucho peor. Situándonos en esa vara, Territorio de luz propicia críticas o más bien prejuicios, ya que su protagonista no se aboca a narrar la experiencia de ser madre soltera como la maravilla que, en un análisis superficial, suele asociarse a la maternidad, sino con todas las dificultades que el caso presenta, en lo económico, lo laboral y lo interpersonal, las que no son negadas y edulcoradas. Además, parece ser una obra consciente de la carga antes mencionada; como decíamos, la protagonista no tiene nombre, tampoco su hija, pero sí su marido. Un gesto que podría interpretarse como la representación universal de los dilemas hogareños que recaen en la mujer, vista aún a veces como un pilar obligatorio para sostener a la familia, situación en la que su individualidad se disuelve, de manera abstracta –en la posibilidad de tener un espacio “mental” para ella misma– como concreta –el poco tiempo para desenvolverse si no es en pos de la crianza de los hijos o la mantención del hogar, la adopción del apellido de su marido (situación vigente en Japón hasta el año pasado y que dudo que haya cambiado en este tiempo), etcétera–. Sin su marido, pero sin poder desprenderse de su apellido, pues aún no se lleva a cabo el divorcio, ¿qué es, para la sociedad de su tiempo, esta mujer? Probablemente no más que una pieza descarriada.


El libro comienza como una mirada hacia el pasado, con la narradora contándonos que, cuando su hija tenía dos años, vivieron en el último piso de un viejo edificio de tres plantas, durante un año. Desde ese punto, el relato se transporta a ese tiempo, a los primeros días viviendo por primera vez sola, sin Fujino, el padre de su hija y el hombre del que aún no se divorciaba y que, por tanto, aún le otorgaba su apellido, como antes mencionábamos; de ahí la confusión de otros inquilinos e inquilinas del edificio, que la llaman “Fujino 3”, creyéndola la propietaria del mismo. El libro es, entonces, una historia sobre el cambio.


Luego también nos remontaremos un poco más atrás, al tiempo de buscar dónde vivir. Ahí es fácil notar el despropósito de la confusión antes mencionada, ya que la protagonista y su esposo no son particularmente adinerados; nada más lejos de ella que lograr hacerse de una propiedad, de un edificio completo, del que apenas y por suerte logró encontrar un piso a un precio de alquiler asequible. Durante el relato de esta búsqueda es que se da a conocer el ambiguo porqué de la separación entre la protagonista y su esposo, quien da el primer paso en esta, y comenzamos a entender el génesis de las contradicciones sentimentales que ella sufrirá durante un largo período.


Fujino, creyéndola demasiado torpe como para buscar hogar sola, comienza a guiarla en el proceso, acallándola cuando opina en las reuniones con inmobiliarios y decidiendo por ella las características que su futuro hogar debiera tener. Las búsquedas se hacen rutina durante un tiempo en el que, mediante bromas que emergen como un último destello de complicidad, la protagonista se obliga a sobrellevar lo que aún no procesa que está viviendo: “En el fondo todavía me resistía a creer que iba a tener que vivir sola con mi hija. Si era con mi marido, cualquier lugar me parecía bien. Pero, si no era con él, todo me producía desasosiego”.


Este desasosiego comienza a concretarse un día en que un detalle en su trabajo vuelca su memoria hacia tiempos más seguros y esperanzadores. Encargada de los archivos de una biblioteca, le expende algunas cintas didácticas de poesía a un profesor. Al probar las cintas, para comprobar que sean las correctas, unos versos se clavan en su mente: “Déjate, pues, de reflexiones / Y lánzate al mundo conmigo”. La poesía transporta a la protagonista a una mudanza vivida cuatro años antes, cuando decidía vivir junto a su esposo. ¿O lo decidía él? Precisamente por eso los versos tienen ese efecto, porque parecen haber sido dichos por el Fujino de aquel entonces, que un día, sorpresivamente, le anunció que comenzarían a vivir juntos en menos de una semana, proyecto que solo habían mencionado una vez, la noche anterior. Pero esta vez la sorpresa no guarda un toque de adrenalina que la impulse a seguirlo, sino que le deja ver, en todo su esplendor, hasta qué punto depende de él para desenvolverse en la vida diaria. Y se aterra. De inmediato suspende las búsquedas en conjunto y deja de informarle sobre sus planes y quehaceres cotidianos, como una manera de salvaguardar, con orgullo, un recodo de autosuficiencia.


Este empoderamiento que asume como un deber, ya que va directamente en contra de lo que siente, comienza a incidir en todos los ámbitos de su vida; se olvida de las opciones de mudanza vistas con su esposo, elige por sí misma y comienza a vivir en la tercera planta de aquel edificio, y poco a poco comienza a alejar, subrepticiamente, a su hija de la presencia paternal. Esto, casi a modo de prueba; necesita probarse a sí misma que puede lograr construir una nueva vida en la que ella pueda ser su propio pilar. Imaginar que aquellos versos nacen desde su interior y que incluyen también a su hija en aquel llamado a la acción. Tampoco quiere depender de su madre otra vez, una decisión ligada a la no muy buena relación que mantienen, pero también a las opiniones de su esposo, quien antes de ayudarla a buscar una vivienda la instara a vivir con ella solo para que él pudiera sentirse más “tranquilo”.


Nuestra protagonista comienza a vivir fuertes cambios en su vida, pero el mundo sigue allí afuera; la rutina no se detiene, y es así que la narración comienza a construirse alrededor de dos ejes, dos caras de una misma moneda. Las dificultades para acomodar su trabajo, el cuidado de su hija y la mantención de sus deberes en el edificio, por un lado, y las pequeñas maravillas que ofrece la vida en el día a día, diamantes entre la basura que su hija, mientras crece y descubre el mundo a su alrededor, será la encargada de hacerle ver. Como si la luz que recibe el piso en que han comenzado a vivir, intensa y cegadora, también comenzara a proyectarse desde ella, quien más goza, por cierto, ese detalle lumínico del lugar. Quizá no sea tan errado el juicio popular sobre la bendición que conllevan los hijos, el cómo iluminan los rincones más oscuros del presente. Aunque eso no llegue a significar que puedan disipar del todo esa oscuridad, por supuesto.


Conforme pasan los días, se va haciendo patente que a veces el cuerpo es más fuerte que el corazón; el cansancio pesa más que los sentimientos. Sean los arranques de nostalgia que la protagonista siente a ratos por Fujino, que no tardan en convertirse en rabia contra él y ella misma, o el intenso amor y deseo de protección hacia su hija, que también, dados los ajetreos y apuros del día a día, terminan convirtiéndose en ira y regaños muchas veces desproporcionados. Sobre esa maraña de sentimientos, la idea, como una nube que ensombrece todo lo demás, de que ahora es ella y nadie más la encargada de su ánimo; de tener que hacerse cargo “de la felicidad que sentí cuando por fin me mudé con Fujino, de mi tremenda alegría cuando fui al ayuntamiento a formalizar nuestro matrimonio, de mi decisión de tener una hija con él”. Cuando es consciente de esa responsabilidad, es presa del pánico de no tener relaciones interpersonales consistentes en las que apoyarse o entablar nuevas sin dificultad. No otra que su madre y su hija, cada una con su soledad a cuestas, según su propia visión.


Territorio de luz se divide en doce capítulos –en un principio doce entregas publicadas en la revista Gunzo, según indica Enrique Mora– que podríamos inferir que corresponden al tiempo que transcurre entre los hechos contados: un capítulo para cada mes del año en que la protagonista habita ese piso junto a su hija. Cada uno de estos capítulos lleva por nombre una referencia a un elemento orgánico o natural; “Territorio de luz”, “Alrededor del agua”, “Un domingo entre árboles” y “Sueño de pájaros” son los cuatro primeros, por nombrar algunos. Por supuesto, la elección de los nombres no es casual, ya que ilustran la carga emocional que el paisaje cotidiano guarda para esta madre y su hija, y también direccionan el estilo de la novela, que se sirve de estos elementos para construir un hilo de anécdotas que conforman una de las mayores destrezas de Tsushima: el dominio de las atmósferas en que sus personajes se desenvuelven.

Tragedias cotidianas se vuelven una maravilla cuando nuestra protagonista, gracias a su hija, puede ver las cosas a su alrededor de distinta manera. Así sucede, por ejemplo, con el accidente con la torre de agua ubicada en la azotea del edificio Fujino 3. Ella, encargada por proximidad de su cuidado, olvida revisarla y toda la azotea se inunda, colándose al agua a los pisos inferiores, lo que le trae quejas de sus vecinos y pequeños daños materiales. Pero el escenario cambia cuando, al subir, su hija observa el agua entre sus pies. No entiende motivos; para ella solamente es un océano que ha aparecido sobre su casa, mágicamente. Y la magia parece contagiarse a los inquilinos, incluyendo a su madre. En contraste, pequeños caprichos de la menor, en apariencia inofensivos, se tornan una pesadilla cuando desequilibran jornadas hasta entonces tranquilas. A veces, su madre no tiene ya otra forma de responder que recostar la cabeza y dormir profundamente, negando la realidad.


Y eso es también este libro: una historia sobre la dificultad de la crianza, de la belleza y el horror que conlleva el crecimiento de un ser humano cuando las necesidades apremian, el tiempo es escaso y el ánimo decae. Un retrato fiel de las posibilidades de comunión que la configuración de la sociedad moderna les da a las familias de recursos modestos o derechamente escasos. ¿Cómo seguir? No era una pregunta formulable. La cuestión era seguir y ya. Es lo que hace nuestra protagonista: aunque no pueda explicarle con claridad las cosas a su hija, que comienza a resentir de formas inconscientes la situación, aunque su marido comience a pedirle explicaciones del porqué de su silencio y su negativa de que vea a su hija, aunque que las sombras de la gente que la desaprueba sobrevuelen, a toda hora, su mente. Como un antiguo profesor de Fujino, que al enterarse de la separación le “aconseja” con estas palabras: “Usted ya no volverá a encontrar a nadie. Los hombres que conocerá a partir de ahora serán cada vez peores. Eso es así. No debe esperar nada. Aunque usted piense que no, todo terminará desmoronándose”. Lo mejor, es claro, parece seguir adelante. Sin detenerse a pensar.


Territorio de luz fue traducida íntegramente desde el español por la escritora, dibujante y traductora Tana Oshima, que destaca la importancia de la publicación de la novela en este idioma, pues es, según sus propias palabras en una entrevista al medio Demoliendo Hoteles, una de aquellas novelas que permite que una cultura nos entregue su propia imagen, de primera mano. Esto en referencia a la apropiación de la imagen cultural japonesa desde otras latitudes, debido a su atracción, que no representa un problema negativo, pero en ocasiones invisibiliza discursos que presentan al país más allá de su estampa tradicional, que conlleva tanta mística para el lector o espectador occidental. De hecho, Oshima menciona un dato curioso: siempre, hasta el presente, ha habido más autores occidentales explicándole a occidente sobre Japón. En ese panorama, la traducción también es activismo político, concluye. Es necesario, también, valorar el trabajo de Impedimenta en ese sentido, que también ha publicado libros de Mori Ogai, Tamiki Hara o Natsume Soseki, entre otros.



Otro punto que destaca Oshima es un detalle quizá no importante para el valor intrínseco de la obra de Tsushima, pero sí para su constitución como persona y escritora: su parentesco con el escritor Osamu Dazai, cuyo nombre real es Shuji Tsushima. Detalle importante en tanto tragedia y marca, pues el escritor se suicidó cuando la escritora tenía solo dos años. Al respecto, la traductora opina de este modo: “No sé cómo sería leer a Tsushima sin conocer su parentesco con Osamu Dazai y la vida que él tuvo. Para mí, la obra de Tsushima lleva ese peso del padre y de la muerta violenta –Dazai se suicidó–, aunque no lo mencione explícitamente”.


Quizás no habría consignado este dato de no haber leído la opinión de la traductora, por temor a que se volviera una directriz para leer a Tsushima bajo una imagen errada; como la hija de Dazai. Es también lo que pensé en un primer momento al ver la repetitiva mención de Virginia Woolf en algunos medios al referirse a la calidad literaria de la autora nipona, al presentarla como “La Virginia Woolf japonesa”. Las comparaciones son válidas hasta que comienza a hacerse más énfasis en la comparación que en la obra misma; Territorio de luz tiene elementos de sobra para destacar por sí sola.


Para concluir, vale recalcar la experiencia que conlleva la lectura de esta novela. Un viaje dentro de cuatro paredes, en el que la luz de los días es la que desdibuja, poco a poco, las siluetas de las cosas, exponiendo sus bordes y su composición. Un viaje duro y accidentado por un gran matiz de emociones. Un viaje hermoso.


 

Bibliografía:

Mora, Enrique. “Tsushima Yuko, Territorio de Luz y un futuro en el que salgamos”. El Peso del Aire. Abril de 2020. Disponible en el siguiente link: http://www.elpesodelaire.com/2020/04/tsushima-yuko-territorio-de-luz-y-un-futuro-en-el-que-salgamos.html

“Aquella luz de ciertas horas: entrevista a Tana Oshima”. Revista Demoliendo Hoteles. Septiembre de 2020. Disponible en el siguiente link: https://demoliendohoteleslit.com/2020/09/07/aquella-luz-de-ciertas-horas-entrevista-a-tana-oshima/

 

Ficha técnica:

Título: Territorio de luz

Título original: 光の領分

Número de páginas: 200

Editorial: Impedimenta

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