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El Santuario de Ise: historia, culto y arquitectura tradicional japonesa (parte II)

El sengu 


El estilo pulido y renovado que nos podría evocar el Santuario de Ise, a simple vista, y a pesar de su antigüedad, es debido a la práctica del sengu, consistente en la demolición y “el posterior traslado de los recintos exteriores e interiores a nuevos santuarios cada veinte años” (Yusa, 2002). Esta tradición “se inició en 690 d.C, bajo el reinado de la emperatriz Jito (r.686-697), y desde entonces se ha llevado a cabo de manera regular, viéndose interrumpida en contadas ocasiones a causa de guerras domésticas o de dificultades económicas en el seno de la familia imperial” (Yusa, 2002). Sobre el significado espiritual del sengu, Michiko Yusa menciona que “la sensibilidad sintoísta valora lo nuevo y lo reciente, es decir, aquello que se asemeje al espíritu kami, constantemente presente y siempre renovado” (Yusa, 2002).  Por otro lado, la madera procedente de la demolición ritual de los edificios del santuario no se desperdicia, “pues los templos antiguos se deconstruyen sistemáticamente, y sus materiales, considerados sagrados, se distribuyen a otros santuarios de la región de Ise y otras partes del Japón” (Vegas & Mileto, 2003). Lo anterior, con el propósito de “servir para la reparación, el mantenimiento consuetudinario o incluso la reconstrucción de templos dañados en incendios y catástrofes” (Vegas & Mileto, 2003). Cabe destacar que, en cada sengu, “no solo vuelven a construirse los edificios de los santuarios, sino también sus tesoros, tales como caballos en miniatura adornados con joyas, espadas antiguas, accesorios, telas bordadas, espejos, diferentes tipos de cerámica, etc” (Yusa, 2002). 



Ukiyo-e que retrata la ceremonia del sengu llevada a cabo en 1849, por Ando Hiroshige

Un dato curioso es que, para cada sengu, “se emplean unos 130.00 cipreses de unos 200 años de antigüedad (Yusa, 2002). El último sengu tuvo lugar en el año 2013 y ha de llevarse a cabo nuevamente en 2033, en el caso de no existir alguna eventualidad de cualquier índole que involucre al archipiélago.


Culto en Ise Jingu


La trascendencia del shinto en Ise puede entenderse desde dos dimensiones muy marcadas; por un lado, tenemos lo que atañe al culto imperial, puesto que en sus inmediaciones se rinde devoción a la diosa Amaterasu, cuya descendencia forjó el linaje imperial del país del Sol Naciente. Por otra parte, está el culto popular, con elementos de continuidad y cambio respecto a épocas pasadas, de las que se desprenden, cada cierto tiempo, peregrinajes desde otras partes del archipiélago, y otras prácticas características de su localidad.  De todas maneras, Michiko Yusa destaca que “muchos japoneses sienten la obligación moral de viajar a Ise al menos una vez en la vida” (Yusa, 2002). 


En lo que atañe al culto imperial, destacó en un pasado remoto el cargo de saigu, que era una figura femenina, en este caso, “una princesa, hija o sobrina del emperador de turno, encargada de celebrar los rituales de honor a la diosa Amaterasu” (Yusa, 2002). Dicho puesto se mantuvo vigente desde la Era Yamato (s. III-VIII),” hasta, aproximadamente, el Shogunato Muromachi, tiempo en que la autoridad imperial entró en declive” (Yusa, 2002). No obstante, en la actualidad, la tradición del saigu halla su equivalente en la institución de saishu, o suma sacerdotisa, ocupado actualmente por la princesa Sayako Kuroda, hija del emperador emérito Akihito. 



Mujer representando a una saio del período Heian (794-1185)

Por otra parte, las rutas de peregrinaje hacia el santuario se consolidaron “durante el período Edo o Tokugawa (s. XVII-XIX), formando dos caminos principales que surgían de Edo (actual Tokio) y Kioto, pasando por varias ciudades hasta llegar a Tsu, donde se accedía por un único camino hasta Ise” (Vegas & Mileto, 2003). Cabe destacar que estas rutas están debidamente “señalizadas con hitos de madera procedentes de Ise (Vegas & Mileto, 2003). El O-Ise Maru (peregrinaje) al santuario de Ise es realizado por cientos de japoneses anualmente, incluido el emperador y el primer ministro, iniciando primero en Geku, para luego dirigirse hacia Naiku (Isejingu.org.jp, 2008). 



Peregrinos realizando abluciones a orillas del río Isuzu, antes de entrar a Naiku

Antes de acceder al santuario de Naiku, es necesario que los peregrinos realicen “las abluciones rituales en el río Isuzu, donde el peregrino se detiene a lavar sus manos y su boca, en un acto que simboliza la purificación del cuerpo y la mente previa a la visita a los lugares sacros” (Vegas & Mileto, 2003).


Fuera de las peregrinaciones multitudinarias, en Ise-Jingu también es posible atestiguar cultos diarios y locales propios de la población colindante. Se hacen notar las ofrendas “otorgadas a Toyouke (protectora de la agricultura, la pesca y la producción de comestibles en general) en Geku, en forma de comida cruda o cocinada dos veces al día en señal de agradecimiento” (Yusa, 2002). Es importante destacar que la gente de Ise y sus alrededores “tienen vínculos orgánicos con el santuario exterior de Geku, al que llaman “Geku-san”, lo que indica una relación personal con el monasterio y el respeto que les inspira” (Yusa, 2002). Aquellos lugareños más devotos visitan el monasterio cada día, a primera hora de la mañana, antes de iniciar su jornada habitual” (Yusa, 2002). 



Sacerdotes shinto en camino a ofrendar comida sagrada a las deidades del complejo

En suma, son varias las dimensiones en las que podemos ahondar sobre el complejo arquitectónico de Ise-Jingu, puesto que referirnos a él implica una gran trascendencia histórica, artística, espiritual, religiosa, cultural e identitaria. Agricultores de la prefectura de Mie, modernos ciudadanos de Tokio y Nagoya, pequeños niños que sólo han tenido la oportunidad de contemplar un altar familiar, autoridades y hasta la misma familia imperial sincronizan en un espacio común, a merced del culto y la devoción. Esto, sin excluir a los no devotos o no creyentes, puesto que el emplazamiento nos habla de una prístina tradición arquitectónica, donde lo imperecedero, la pureza y la renovación son la sustancia elemental del complejo, lo que cala en la identidad del pueblo nipón, despertando su más auténtica admiración y genuino aprecio. 



 

Bibliografía


  • Vegas, F., Mileto, C. (2003). El espacio, el silencio y la sugestión del pasado. El santuario de Ise en Japón. Loggia Arquitectura y Restauración, 14 (15), 14-41. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=669403

  • Vives, J. Arquitectura tradicional de Japón. 2019. Satori Ediciones, España.

  •  Yusa, M. Religiones del Japón. 2005. Akal, España. 



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