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Andrea Ladino

El cine de Koreeda y el valor de lo cotidiano

En el marco de la reciente nominación de Shoplifters como Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar 2019, analizamos brevemente algunas de las películas más relevantes del destacado director Koreeda Hirokazu.


Koreeda y el valor de lo cotidiano


Entrar al mundo cinematográfico de Koreeda Hirokazu (Tokyo, 1962) por primera vez puede ser una experiencia desconcertante. La simpleza de historias y las numerosas escenas donde predomina el silencio, guardan siempre interrogantes, dolores y ausencias, muchas veces irreparables para la vida de sus personajes.

Aunque en un comienzo su trabajo estuvo ligado al mundo de los documentales para la televisión japonesa, fue el cine el que lo catapultó como uno de los directores nipones actuales más importantes a nivel mundial. No obstante, sus inicios como documentalista han influido continuamente en sus trabajos posteriores, ya sea de manera pronunciada, como en el caso de sus primeras películas: After Life (1998) y Distance (2001), o de forma más cautelosa, como en sus filmes más recientes: Still Walking (2008) y After the Storm (2016).

Para entender el mundo de Koreeda es necesario dejar de lado muchas ideas preconcebidas del Japón. Su cine no responde a los cánones de los héroes o antihéroes japoneses; por el contrario, sus historias pueden ser incómodas para una nación tan conservadora en temas familiares y afectivos. Sin embargo, la belleza de su fotografía, la lírica de sus guiones y su destreza para transformar el dolor en arte lo hacen un verdadero heredero de Ozu Yasujiro, el gran maestro del cine japonés, según numerosos entendidos en la materia.

Un ejemplo del particular estilo de Koreeda es la película De tal padre, tal hijo (そして父になる Soshite Chichi ni Naru), ganadora del Premio del Jurado en Cannes y el Premio del Público en el Festival de San Sebastián en el año 2013. La trama de De tal padre, tal hijo nos puede resultar profundamente cercana si recordamos un bullado caso de intercambio de guaguas ocurrido un par de años atrás en el Hospital de Talca. De forma similar al suceso que tuvo lugar en la maternidad talquina, lo que nos presenta Koreeda en este conmovedor filme es el relato de una familia acomodada de Tokio que descubre años después del nacimiento de su único hijo, que, en un procedimiento confuso del hospital, este fue entregado a otra familia. Ryota (Masaharu Fukuyama), un exitoso arquitecto obsesionado por su trabajo entiende entonces por qué su hijo Keita, de seis años, es tan diferente a él. Desde el comienzo de la película podemos apreciar la frustración de este padre al no ver en su hijo su misma ambición o talento para tocar el piano. Ryota encarna al hombre japonés moderno, ese que ha logrado una excelente posición económica, que es admirado por sus colegas y posee una red de contactos envidiable. Sin embargo, cuando hablamos de contención emocional, su red afectiva es nula. Por ello no resulta extraño que, en una manera de arreglar las cosas para que todo vuelva a su “orden establecido”, Ryota acceda al intercambio de niños, pasando por alto los sentimientos de su esposa, los de su hijo, e inclusive los propios.

Una de las escenas clave en la película ocurre cuando Ryota y su esposa, Midori (Machiko Ono), discuten sobre lo acontecido. Ryota es abierto en culparla de haber querido dar a luz en un hospital de provincia en que los cuidados —piensa él— nunca serán de la misma categoría que los de la capital. Pero Midori es clara al replicar que se sentía sola. De esta forma Koreeda deja en evidencia que fue Ryota el que no cumplió con su deber de esposo y padre al no estar presente en el momento del parto y preferir su trabajo en lugar de acompañar a su esposa. La queja de Midori se transforma así en una crítica sutil, pero certera al modelo familiar japonés actual, y, ¿por qué no? también al modo en que el núcleo de la sociedad mundial se ha ido desintegrando. El mismo Koreeda ha declarado que, aunque en Japón imperan ideas muy rígidas sobre lo que debería ser una familia, en los núcleos familiares hay un déficit alarmante de intimidad e incluso de amor. [1]

A medida que pasan los minutos de la película nos damos cuenta de que lo verdaderamente dañino para la familia no es la grave negligencia del hospital; es la ausencia de madurez emocional de Ryota lo que pone en jaque la estabilidad de dos familias enteras. La frustración del personaje es tan solo el reflejo de sus propios miedos y demonios que arrastra desde su niñez.

No hace mucho en Japón un padre solicitó ayuda a un programa de televisión para que lo ayudaran con un asunto que lo tenía por años intranquilo. Su deseo era poder abrazar a su hija. Lo curioso es que tanto él como la niña jamás se habían separado. De hecho, compartían el mismo techo y hacían una vida familiar “normal”.

Es imposible no pensar en todas esas familias japonesas que interactúan de la misma manera. Pero Koreeda sabe que la violencia de la ausencia no solo es emocional, como la que sufre Ryota, sino también física; quizá la más común de todas las ausencias, aunque no por ello menos devastadora. Este es el caso de Nuestra hermana pequeña (海街diary), película estrenada en el año 2015 y con la cual Koreeda volvió a obtener el Premio del Público en el Festival de San Sebastián. La historia de Nuestra hermana pequeña versa sobre la vida de tres hermanas que reciben la noticia de que su padre, a quien no han visto por 15 años, ha fallecido. Aunque en un principio la hermana mayor, Sachi (Haruka Ayase), se rehúsa a asistir a los funerales, pronto se une a sus otras dos hermanas, Yochino (Masami Nagasawa) y Chika (Kaho), en Yamagata para pagar sus respetos a un padre que a todas luces nunca cumplió con su deber. Es en aquel contexto que Sachi, Yochino y Chika conocen a Suzu (Suzu Hirose), una adolescente de 14 años, hija de este padre ausente y la mujer a la que el entorno familiar de las hermanas responsabiliza por el quiebre matrimonial. Sin embargo, Suzu también ha sido una víctima de las ausencias y las irresponsabilidades de sus padres, por lo que Sachi no duda en invitarla a vivir con ellas en su hogar ubicado la apacible Kamakura.

El ejercicio que nos presenta Koreeda en Nuestra hermana pequeña es poner en relieve los pequeños, pero grandes efectos que tiene la desaparición de una figura tan potente como la paterna en la vida cotidiana. Sachi ha ejercido el rol protector de su familia, no obstante, su vida personal es el fiel reflejo de etapas no cerradas, de repetir patrones nocivos. Yochino, que en apariencia es la más libre de las tres mujeres, no sabe estrechar lazos emocionales sanos y estables. En cuanto a Chika, la hermana única que casi no posee recuerdos de su padre, le suele faltar valor para enfrentar las situaciones que le presenta la vida. Los problemas de Suzu tampoco quedan atrás; si bien se crió con su padre y lo asistió hasta el día de su muerte, el hecho de ser la hija de la amante impide que se relacione con sus hermanas abiertamente.

El logro de esta película, basada en el famoso manga de Akimi Yoshida, además de regalarnos una fotografía exquisita de paisajes menos recurrentes, como los de la región de Tohoku, radica en exaltar el valor inconmensurable de lo cotidiano. Pese a ser una de las películas en que prácticamente no vemos una escena de real conflicto, la intensidad está puesta en las heridas de cada una de las mujeres de la cinta, y en cómo, en conjunto, tratan de remediar una infancia que les fue robada. Comprender el pasado sin juzgarlo será, por lo tanto, la única vía de sanación y libertad para todas.

El recuerdo es también pieza fundamental en las obras de Koreeda. Ello queda en manifiesto desde su primer largometraje de ficción, Maborosi (幻の光Maboroshi no Hikari) estrenado en 1995. La historia gira en torno a Yumiko (Makiko Esumi), su esposo Ikuo (Tadanobu Asano) y al hijo de ambos de solo tres meses de edad. La vida de Yumiko, colmada de ausencias desde la infancia, tiene un vuelco radical cuando Ikuo sufre un confuso accidente que le cobra la vida. Yumiko es forzada, no obstante, a seguir con su vida, y como la tradición manda, acepta casarse en matrimonio arreglado con un hombre viudo de la lejana localidad costera de Wajima.

Maborosi, así como también De tal padre, tal hijo, son el continuo cuestionamiento del peso de las tradiciones, la obsesión por los recuerdos y de cómo seguir con la vida cuando tienes tantos fantasmas en el cuerpo.

Un punto decisivo en la película ocurre cuando una anciana le dice a Yumiko que fue mejor que el niño haya perdido a su padre a tan corta edad porque así no recordará nada. Pero para la lógica de Koreeda, la ausencia va siempre de la mano con los recuerdos, aunque no podamos recurrir inmediatamente a ellos. Así pues, lo que nos propone en cada una de sus películas es lograr aceptar la ausencia del otro. Puede que ese vacío esté disfrazado de muerte o alejamiento voluntario, a pesar de ello, las heridas resultan igual de profundas. Aliviar el tormento de lo incomprensible será la tarea de todos sus protagonistas.


No sorprende, en consecuencia, que los temas que ha priorizado Koreeda en sus obras a lo largo de su carrera, estén marcadas por los lazos familiares complejos, la infancia robada, la adultez mal entendida y la muerte física y simbólica. Es recurrente ver en su cinematografía, niños más sensatos que los adultos, como Suzu en Nuestra hermana pequeña, o Akira en la notable Nobody Knows (2004). Padres con dificultades para cumplir sus roles, como Ryota, o los padres inmaduros de Koichi y Ryunosuke en I Wish (2011). También están las mujeres que se niegan a olvidar su pasado pese a la resistencia de la muerte, como sucede en Maborosi y en After Life (1998).

Es probable que sus películas actúen como un llamado de atención a una sociedad japonesa que ha perdido poco a poco el verdadero sentido de las tradiciones, como en el caso de Ryota en De tal padre, tal hijo. O un intento de mostrarnos que en el flagelo del recuerdo también podemos encontrar luz, como ocurre con Sachi de Nuestra hermana pequeña. O quizás tienen el propósito de hacernos entender, como lo intenta Yumiko en Maborosi, que con la muerte también llega la vida.


Otras películas de Koreeda Hirokazu:

After Life (1998) Distance (2001) Nobody Knows (2004) Hana (2006) Still Walking (2008) Air Doll (2009) I Wish (2011) After the Storm (2016) The Third Murder (2017) Shoplifters (2018)


Referencias: [1] https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20180521/entrevista-hirokazu-kore-eda-cannes-shoplifters-6831612

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