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La literatura de Kenzaburo Ōe; entre el conflicto histórico y el conflicto personal

Justo Barranco, en el artículo “La nueva ola de la literatura japonesa” publicado en La vanguardia en el ya lejano 2011, analizaba la exitosa llegada al mercado español de una multitud de autores nipones, clásicos y contemporáneos. En sus palabras, este nuevo empuje donde Murakami representaba “la punta del iceberg” se decantaba por ir “más allá de Mishima y Ōe”. Me parece que, en cuanto a una labor de traducción y edición, quizá comparar estos autores es justo; si se trata de entrever su llegada masiva, quizá no tanto. Y es que el caso de Kenzaburo Ōe es un algo distinto, siendo poco conocido fuera de círculos literarios, lejos de tendencias (a no ser por un ameno hilo de Twitter sobre su vida que @hombrerevenido escribió y se viralizó en 2018), lo que extraña teniendo en cuenta que fue el segundo escritor japonés en recibir el Nobel de Literatura.



Nacido en 1935 en Ose, una aldea rural ubicada en la isla de Shikoku, vivió la infancia de un “chico provinciano” y ese estigma le acompañó entre sus pares cuando arribó a estudiar Letras Francesas a la Universidad de Tokio. Si bien se interesó desde joven en la cultura literaria extranjera, como lo demuestra la elección de su carrera y su interés en el idioma inglés desde pequeño, en su escritura demostrará un profundo arraigo en la situación de su país (no ya en la “tradición” cultural japonesa, como lo habían hecho antes varios autores nipones). Así, dos líneas temáticas decantarán en su obra literaria: el interés en la historia reciente de Japón, partiendo desde la Restauración Meiji y con énfasis en los sucesos de la II Guerra Mundial, y por otro lado la reincidencia en la “autoficción”, escribiendo generalmente sus novelas a partir de experiencias personales. Cada línea está marcada por profundos conflictos.


Publicó su primera novela en 1958, a los 23 años: Arrancad las semillas, fusilad a los niños, un relato descarnado sobre un grupo de jóvenes internados en un reformatorio de conducta del que deben ser evacuados a través de una zona montañosa mientras avanza la II Guerra Mundial, narrado en primera persona por uno de ellos. En algún momento, la seguridad de estos jóvenes deja de ser prioridad y al llegar a su destino no hay quién les reciba oficialmente, nadie espera su llegada. Por su parte, los soldados que les han escoltado siguen con sus labores, abandonándolos a su suerte. Lo que sigue es la narración de la difícil sobrevivencia de los adolescentes, el descubrir de su soledad, del desprecio de los habitantes de la región (de la que no pueden salir, pues está cercada militarmente) y también de su sexualidad, en inusuales y desesperanzadoras circunstancias; el pueblo será asolado por una epidemia (la realidad siempre puede ser peor), de la que no podrán escapar ni esconderse.


Ese mismo año Ōe ganó el Premio Akutagawa por su novela La presa, cuya historia transcurre, otra vez, en un año indeterminado de la II Guerra Mundial. Su narrador, casi un niño, será testigo de la caída de un avión estadounidense en una aldea rural de Japón, en el que la gente del pueblo encontrará a un soldado afroamericano, lo que dejará extrañados a los niños del lugar, quienes nunca han visto a una persona de piel negra. La gente adulta de la aldea lo tomará primero como una mascota, sin saber muy bien qué hacer con él, y luego como una atracción para los niños. No se le podría llamar prisionero, pues no saben exactamente por qué lo aprisionan ni qué es lo que esperan entretanto, aunque tienen la vaga conciencia de que es un enemigo. Las veces que solicitan ayuda gubernamental obtienen respuestas ambiguas, que vuelven a dejarlos a la espera. La historia resalta cierto absurdo que subyace en los conflictos bélicos, adoptando tintes oníricos mediante avanza.

Según propone Horacio Castellanos en su texto “La senda de Kenzaburo Oé: del shock a la aceptación”, luego de este período de obras (inspiradas, en parte, en la niñez y adolescencia de Ōe) que enfrentan la experiencia de la guerra desde una mirada limítrofe, que no llega a ver con claridad los sucesos aunque le afecten, adviene un período de activismo político que culminará con la publicación de dos novelas que no es posible encontrar en español y por las que el autor tuvo muchos roces con la censura y en especial la extrema derecha nacionalista de Japón: Diecisiete (1961) y Un joven político muere (1962).

La primera, según el artículo “La venganza del perdedor” de Ian Buruma, trata sobre un joven de 17 años que se masturba en todas partes, remordido de vergüenza pero sin ánimos de intentar dejarlo, como un método para refugiarse del mundo que le rodea, por el que siente una profunda hostilidad. El panorama cambiará cuando un grupo de extrema derecha, que abandera la causa imperial, lo reclute entre sus filas. Entonces, de uniforme y dispuesto a morir por restituir el honor del emperador (obligado a capitular por los aliados al final de la II Guerra Mundial), enredándose en revueltas violentas, se masturbará hasta alcanzar orgasmos en público con orgullo. La segunda se basa en el asesinato real de Inejiro Asanuma, quien fuera secretario general del Partido Socialista Japonés, en octubre de 1960 a manos de Otoya Yamaguchi, un nacionalista radical de, “casualmente”, 17 años que se suicidó poco después.


La agitación política de Ōe tiene un punto de inflexión, al menos externamente, en 1963, año de su nacimiento de su hijo, el compositor Hikari Ōe. El suceso adopta tintes traumáticos ya que Hikari nace con una malformación en la cabeza que, tras ser operada, le dejará discapacitado en varios aspectos para toda la vida. Esa experiencia será narrada prácticamente en todos sus libros posteriores, en la piel de distintos alter-egos y también en el libro de no ficción Un amor especial (1995), ilustrado por Yukari Itami, su esposa y madre de Hikari, en dónde exponen su gran cruzada como familia al sobrellevar la enfermedad de su hijo y acompañarlo en la misma.



Dos libros de su vasta producción tienen mayor relevancia, porque constituyen una especie de consolidación estilística. El primero, Una cuestión personal (1964), acaso la novela más conocida y más profundamente personal (valga la redundancia) de Ōe, narra casi exclusivamente los derroteros mentales del protagonista, Bird, quien se entera del nacimiento de su hijo discapacitado y se ve tentado por asesinarlo, entre otros cuestionamientos feroces. El segundo, El grito silencioso (1967), aclamado por la crítica y la Academia Sueca como el libro más logrado del escritor, repasa la experiencia del nacimiento de Hikari pero también tiene una profunda atención en la historia de Japón y su relación con el mundo occidental desde su abertura hacia este, pues se desarrolla en tres tiempos distintos: 1860, 1945 y 1960. El argumento principal ocurre en esta última fecha, y sigue el viaje que emprenden dos hermanos a su aldea natal con el objetivo de vender una vieja casona. Cien años antes, se narra una revuelta campesina efectuada en aquel lugar, en la que participan el bisabuelo y el hermano menor del bisabuelo de los protagonistas, en bandos contrarios. Por último, la línea que se desarrolla en los fines de la II Guerra Mundial cuenta el asesinato del hermano mayor de los protagonistas, llevado a cabo en la misma aldea por un grupo de coreanos.


El nacimiento de Hikari desencadena otro suceso no menos importante: pocas semanas después el escritor fue contactado por la revista Sekai para escribir algunos reportajes sobre la IX Conferencia Mundial contra las Armas Atómicas, que tuvo lugar en la conmemoración del XVIII aniversario del lanzamiento de la bomba nuclear de Hiroshima. Allí nace un interés que le acompañará de por vida. Ōe se involucró de forma personal al reconocer en el sufrimiento de aquellas personas, de alguna manera, el de su hijo. Abanderó la causa pacifista como propia, publicó la recopilación de aquellos reportajes bajo el título Cuadernos de Hiroshima (1965) y desde entonces ha luchado por advertir sobre el peligro de la energía nuclear, como arma y en todos sus sentidos. Cinco años repetiría la experiencia de escribir sobre un dolor del que nadie, luego de los hechos, quiso hacerse responsable, con Notas sobre Okinawa (que no tiene traducción al español), el que inclusive le valió una demanda por “tergiversación de la verdad histórica” que finalmente falló a su favor.


Vale la pena mencionar dos novelas más de Kenzaburo Ōe que se relacionan con la historia reciente de Japón, y que pertenecen a su etapa tardía de producción. Una es Salto Mortal (1999), que se basa casi al pie de la letra en el atentado con gas sarín en el metro de Tokio que perpetró la secta Aum Shinrikyo en el año 1995 y que dejó varios muertos. El atentado le sirve a Ōe como pie para desplegar una historia que desentraña los andamiajes de quiénes sienten la pulsión de pertenecer a sectas religiosas extremistas y también para discurrir sobre el peligro de las armas de destrucción masiva, entre las que se incluye el gas sarín. La otra es Renacimiento (2000), donde el escritor recrea en clave ficcional el suicidio de su cuñado, el director de cine Juzo Itami, hecho en que se dejan entrever acciones de la Yakuza, el crimen organizado japonés. Mediante su alter ego Kogito (presente en varios de sus libros de ficción), Ōe narra cómo integrantes de la Yakuza apuñalaron a su cuñado Goro, luego de que este filmara una película satirizándoles. Goro no parece verse amedrentado, pero, sin que nadie halle una explicación clara, se suicidará algunos años después lanzándose desde un tejado. La relación que construirá hacia Goro después de su muerte pone en cuestión la capacidad del ser humano de optar por convivir con sus muertos, o de olvidarlos.


La literatura de Kenzaburo Ōé es inseparable del contexto histórico que le vio nacer. Las razones de su menor cercanía a un gran público pueden hallarse en las características de su escritura: menos romántica que aguda, más satírica que aguerrida: su estilo a veces se torna difícil, integrando descripciones muchas veces chocantes. Bajo un espíritu observador, que no se doblega ante los hechos, estos afloran con crudeza ya se trate de tragedias o dichas: el erotismo, la muerte, el rutinario pasar de los días, todo en un punto se hermana, adopta un tono de extrañeza característico de su narrativa. Leerlo comprende una suerte de compromiso, el de abrirse a una experiencia a todas luces demoledora. Frente a una obra tan vasta, las menciones aquí expuestas son apenas una pequeña muestra; pero una muestra, que, al menos es lo que se espera, pueda servir como un primer acercamiento al fascinante mundo literario de este autor.


 

Bibliografía


Barranco, Justo. “La nueva ola de la literatura japonesa”. La Vanguardia. 13/08/2011. Disponible en: https://www.lavanguardia.com/cultura/20110813/54199075255/la-nueva-ola-de-la-literatura-japonesa.html.

Buruma, Ian. “La venganza del perdedor” (trad. De Tedi López). Letras Libres. 31/01/2007. Disponible en: https://www.letraslibres.com/mexico-espana/la-venganza-del-perdedor.

Castellanos Moya, Horacio. La metamorfosis del sabueso. Santiago: Ediciones UDP, 2011.


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