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Andrea Ladino

Los años tristes de Kawabata, de Miguel Sardegna

Me di vuelta y les dije: ¿Qué son algunos miles de muertos abstractos cuando uno acaba de enterarse de un muerto –un solo muerto– real?

Los años tristes de Kawabata


En uno de los tantos libros que han pasado por mis manos, alguien por ahí se preguntaba cómo se seguía con la vida luego de enterarnos de una noticia tan impactante como la muerte de un ser querido. ¿Qué pasa con ese té o café a medio terminar? ¿Qué pasa con ese libro dejado en la mitad justo antes de que suene el teléfono? Aunque es una situación que sucede día a día, muy pocas veces nos detenemos a pensar en ese momento. Esta novela arranca así, con el protagonista sorprendido en la mitad de una clase al recibir la noticia de que su padre ha fallecido.


Facundo Fuentes, protagonista de Los años tristes de Kawabata, es profesor de literatura japonesa en Buenos Aires. Autores como Oe, Mishima, Dazai y Kawabata están dentro su programa, siendo este último considerado como un amigo íntimo y personal. Esto no es ninguna casualidad, puesto que Facundo guarda un secreto familiar, uno doloroso, el cual hace que Japón y la figura de Kawabata sean una presencia fantasmal a lo largo su vida.


Los años tristes de Kawabata, Odelia Editora

De algún modo me había convertido en testigo de mi propia vida, y eso me permitía prestar atención a los detalles. Como cuando leía por segunda o tercera vez una novela de Kawabata.

Los años tristes de Kawabata es un viaje al interior, a la infancia y a Japón, tres lugares que en la novela funcionan a la perfección como sinónimos. Lo bello y lo triste de la vida de Facundo comienza con una muerte o presencia de muerte, como solía describirla Kawabata, para quien el deceso de un ser querido fue siempre una verdad. Aunque el Nobel de Literatura pareciera ser la columna vertebral en la vida de este profesor universitario, también es cierto que actúa como vía de escape cuando resulta imposible apaciguar los recuerdos más dolorosos, recuerdos que involucran a una madre mitad japonesa con una vida triste y apagada, un padre recién fallecido y variadas formas de ausencia.


De Buenos Aires a Kioto


Miguel Sardegna, oriundo de la capital argentina, comenzó su viaje por Japón de la mano de los pesos pesados en la literatura nipona: Akutagawa, Mishima y, por supuesto, Kawabata. El gusto por las letras derivó a otras variantes del arte japonés, y aunque ha visitado un par de veces el país del sol naciente, ha estudiado el idioma e incluso ha incursionado en la caligrafía, declara que aún la cultura japonesa sigue siendo un misterio para él.


Sardegna además es el director de la colección “Bosque de bambú”, espacio dedicado a la literatura japonesa en la editorial También el caracol, donde han salido joyas de Yokomitsu Riichi, Lafcadio Hearn y Oda Sakunosuke. También es un entusiasta Youtuber con un canal dedicado a la literatura asiática, en el cual la cultura nipona tiene un gran espacio.


Con estos antecedentes no es una sorpresa que Los años tristes de Kawabata tuviera una excelente recepción allende Los Andes, llegando a obtener la Primera Mención en el Premio Clarín de Novela 2016. Tampoco sería inesperado que el escritor trasandino siguiera incursionando en la ficción a la japonesa, incluso que volviera a Kawabata, puesto que, Sardegna parece tener un especial cariño hacia la prosa nostálgica que brota bella y efímera del laureado autor japonés.


Miguel Sardegna
Madre, ¿qué acontecimientos de tu vida conmovieron por completo tu corazón?
Kioto, Kawabata Yasunari

Mis años tristes


Los años tristes de Kawabata llegó a mi casa el mismo día en que el cuerpo de mi mami era llevado al velatorio. La noche anterior estuve cara a cara con la presencia de muerte y fui testigo cuando esta le arrebató el último hálito de aliento a la mujer que me crió y amó como si fuera una hija más.


No recordaba haber pedido el libro, había olvidado esa compra impulsiva por internet, y al ver la portada aquella tarde me pareció un mal chiste. En una de las tardes más dolorosas de mi vida llegaba a mis manos un título que hace referencia al experto en funerales, un hombre cuya vida de principio a fin se vio envuelto en muertes cercanas y dolorosas. Sin embargo, Kawabata también está dentro de mis autores favoritos. Kioto, su novela de 1962, habla de mí —o eso me hizo creer. Pensé que no iba a poder ser capaz de llevar la lectura de Sardegna, no obstante, apenas abrí el libro me aferré a él como un salvavidas. Y recordé. Tuve mi propio viaje íntimo a la infancia, lugar donde toda muerte era algo lejano e impensado. Volví a los recuerdos donde mi mami era eterna y yo feliz.


Desde el epígrafe citando a Michel Houellebecq hasta el final del peregrinaje del protagonista de visita a algunos festivales de Tohoku, todo tuvo sentido en el momento más absurdo de mi existencia. Pese a que la historia de Facundo no tiene mucho que ver con la mía, ni sus experiencias ni sus dolores ni sus amores, Japón y Kawabata nos unen de maneras misteriosas. Sin Kawabata no hubiera podido asimilar la presencia de Chieko y Naeko en mi identidad. No hubiera entendido que independiente de mi origen, tuve una infancia privilegiada, llena de amor y protección, en gran parte por esa mujer que desde ahora debo visitar en el cementerio.


Facundo en Los años tristes de Kawabata presencia la muerte de su madre. Una partida silenciosa, violenta, en kimono y soledad. La belleza que irradiaba su madre en un momento extremadamente horrible le hace recordar años más tarde una anécdota de Kawabata con su abuelo, y repara en la maestría del autor para contar con extrema belleza la realidad más atroz. En efecto, la agonía y la muerte guardan un esplendor irresistible. La presencia de muerte es elegante, pero severa. Se toma su tiempo para actuar. Es imperturbable ante tu dolor, llanto o clamor. Le digas lo que digas, ella maneja los tiempos y tú, a final de cuentas, solo eres un espectador. La muerte puede ser majestuosa y, si actúa con piedad, es capaz de entregar paz y bondad en momentos desgarradores.


En Japón, pensar es también añorar y ser incapaz de olvidar y estar triste.

Entender y aceptar el duelo como un proceso natural es un tema que no todas las personas están dispuestas a trabajar. En Los años tristes de Kawabata vemos lo que sucede cuando el duelo queda silenciado por el qué dirán. No obstante, Facundo no solo se enfrenta al dolor de perder a su madre en la infancia y a su padre ya de adulto, sino que también su viaje a Kioto es un intento por trabajar el duelo de una identidad negada. Es un viaje y retorno al origen, a la tierra de su madre y sus ancestros. Un intento por comprender lo que conmueve su corazón.


Al contrario de Facundo Fuentes, la muerte de un ser querido no me pilló en medio de una actividad, sino que fue la novela la que vino a mí en momentos en que comenzaba mi duelo. Tampoco necesito cruzar todo el océano para hallar lo que mi mami albergaba con su corazón, me basta con ir a su tierra natal al sur de Chile. Aún así, no puedo negar que pienso en ella a la manera japonesa. Pensar en ella también es añorarla y ser incapaz de olvidar sus cuidados, su comida rica y su mirada cándida. Pensar en ella también es tristeza por no poder sentarme nunca más con ella a ver televisión, nunca más cortarle el pelo, nunca más compartir un pastel de chocolate. Es tranquilidad por su partida rodeada de amor, pero desolación por su ausencia. Son mis años tristes, años que Facundo y Kawabata entienden completamente.


 

Sinopsis:


El protagonista de esta novela descubrirá en Kawabata un amigo y un maestro, que lo ayudará a resignificar su historia familiar, y en la cultura japonesa, las palabras para encontrar belleza en las circunstancias más atroces.

Miguel Sardegna nos introduce en el onírico mundo de Japón a través de su mirada ávida de conocimiento y de una trama que nos envuelve con sus sucesivas capas, atrapándonos para siempre en esta maravillosa cultura ancestral.


 

Ficha técnica:

Los años tristes de Kawabata

Editorial: Odelia Editora (2020)

Páginas: 172




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