«El que no reía, perdía»: Flores de la bufonería de Osamu Dazai
Impresiona la fama internacional que ha adquirido la figura de Osamu Dazai en los últimos años, a pesar de que es posible identificar varios motivos en ello. Aún más que sea popular entre un público joven, considerando la desesperanza que empapa sus libros —o, quizá, es gracias a eso. Esta fama ha ido de la mano, en lo que respecta al ámbito editorial en español, de reediciones y nuevas publicaciones que alimentan más y más la leyenda del llamado «niño terrible» del movimiento decadente literario japonés. Solo si recapitulamos las últimas ediciones, nos encontraremos con la novela inédita en español La caja de pandora (2023) publicado por Editorial Funambulista, mientras que Satori Ediciones relanzó Cuentos de cabecera (2013, 2023) en su colección Maestros de la literatura japonesa. Para qué hablar de Indigno de ser humano, que en Sajalín Editores mantiene su edición n°17 en las listas de más vendidos.
Hace poco también se ha visto una activa labor editorial en torno a Dazai en Latinoamérica, lo que me lleva al libro que quiero comentar en este texto. La editorial chilena Abducción publicó Indigno de ser humano en 2022, que ya va en su cuarta edición, causando furor en prácticamente todas las librerías del país; por otra parte, la editorial argentina También el caracol publicó Flores de la bufonería (Dōke no hana, 2023), breve novela inédita en español y —lo que ha llamado la atención en gran medida— precuela espiritual de Indigno de ser humano (escrita por Dazai trece años antes), pues sigue a su protagonista, Yōzō, en su internación tras uno de sus tantos intentos de suicidio, situaciones no desarrolladas a fondo en la primera.
La traducción, por cuenta de Matías Chiappe Ippolito (quien también nos deja un afable epílogo), es directa desde el japonés y no se queda solo en la narración que da título al libro. En un extenso apéndice se publican también por primera vez en español diversos artículos del autor en los que discurre a su manera tan característica sobre distintas artes, no solo la literaria. Así, los títulos de los artículos son: «Sobre el sonido», «Detestar el arte», «Un paso adelante y dos atrás», «Cierto consejo», «Niño a la moda» y «Hablar de mi propia obra». A todo ello le antecede un dinámico estudio preliminar de Miguel Sardegna, director de la editorial junto a Mariana Alonso, en el que intercala el impacto cultural de la figura de Dazai a través de su propia literatura y también en otros formatos en los que ha influenciado (como su mentada aparición como personaje en el manga y animé Bungo Stray Dogs) con datos sobre su vida, el contexto de escritura de Flores de la bufonería y su relación con contemporáneos con los que muchas veces se le asocia en el mismo movimiento, pero junto a los que en vida nunca, en realidad, se organizó como tal: Sakaguchi Ango, Oda Sakunosuke o Nakahara Chuya, entre otros, incluyendo un apartado fotográfico de los mismos.
Como contexto bibliográfico, vale mencionar que Flores de la bufonería formó parte del primer libro publicado por Dazai, Los años finales (1936), que recopila relatos de variada extensión y calidad que habían sido ya publicados en revistas literarias y que le merecieron sus dos nominaciones al Premio Akutagawa en 1935 y 1936 (premio que no llegó a obtener). Aquel libro debe su nombre debido a que había sido pensando como una especie de gran nota de suicidio por parte del autor, quien intentó llevarlo a cabo por segunda vez (infructuosamente) tras publicarlo. El relato más conocido y aclamado de este volumen fue Recuerdos, que podemos leer en español gracias al libro de relatos homónimo del autor publicado por Satori Ediciones con traducción y selección de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés en 2015. Pero, en cuanto al libro que aquí nos compete:
«Aquí en adelante se ingresa a la ciudad doliente», reza la primera línea de la novela. No es una advertencia a la ligera. La narración es, sobre todo, un hurgar en la herida. La herida de no saber aceptar la vida tal cual viene, no querer hacerlo, y haber fallado en el deseo de dejarla atrás. Pero de inmediato notaremos algo distinto a las obras más conocidas de Dazai: el narrador nos interpela, se interpela así mismo, se corrige; es lo que hará a lo largo de todo el texto. Hoy en día no es un recurso demasiado llamativo, podría decirse que la metaliteratura es casi ya un género, pero pensarlo en su época y en su país es sumamente extraño. Va más allá de la llamada «novela del yo» o «watakushi-shoshetsu», pues rompe el hechizo de la ficción disparando diversas críticas en contra de la misma, como forma y también en particular, contra la que se encuentra escribiendo y nosotros, leyendo.
Por ello, es bueno saber que Flores de la bufonería no tiene el mismo ritmo que su contraparte más famosa: es una narración lenta, más densa y de menos acción. Es, sobre todo, la reflexión del narrador en torno a la internación de Yōzō en el sanatorio para tuberculosos Seishōen, a finales de 1929, tras un intento de suicidio junto a una muchacha, del que solo él sobrevivirá. En su internación, Yōzō deberá enfrentarse a distintas visitas que irán alterando la situación. La policía, por la ilegalidad del acto en ese entonces; sus amigos, con los que comparte aficiones artísticas y literarias (y bufonescas); su hermano, cuya presencia solo le lleva a la vergüenza, entre otras. La presencia constante de Mano, enfermera de Yōzō, termina de enrarecer la atmósfera: la chica es tímida, se compadece del protagonista y su suerte, pero a ratos se siente lejana, casi fuera de la novela misma.
Los amigos de Yōzō no toman los intentos suicidas de su camarada como lo que es, o al menos no de inmediato. Hablan, en principio, de una «caída» al mar, accidental. Luego, indagan sobre las razones a sus espaldas, casi como jugando: «Fue culpa de esa ideología, mi amigo. El marxismo», le dice Kosuge a Hida, para luego rematar: «A cualquiera que tenga que correr de aquí para allá militando con un cuerpo tan débil como el suyo le dan ganas de morirse».
Pronto, entre las charlas que se dan entre los tres amigos, comenzamos a entender el sentido y el tono de lo que sucede, el por qué todo es un juego de máscaras, de bufones (y hay que destacar ahí la muy buena elección de portada de la editorial, a partir de un fragmento de una pintura de Kunisada Utagawa). El siguiente fragmento devela aquel sentido, y también consideraciones vitales del propio Dazai:
A fin de cuentas, para los jóvenes, poner caras sonrientes es tan sencillo como soltar una bocanada de aire. ¿Cuándo habían dado inicio a aquel hábito? El que no reía, perdía (…) Pero lo más triste era la incapacidad de reírse desde el fondo de sus corazones (…) Hacían reír a otros. Querían provocar la risa en otros a cualquier precio, incluso a costa de su propio dolor.
Esa última frase es crucial para entender el desarrollo del protagonista durante su juventud en Indigno de ser humano, y su relación con quienes le rodean. Bajo esa conexión, me parece que Flores de la bufonería es un libro imprescindible para ahondar en la producción de Dazai y entender la manera en que el autor se relacionaba con su propia obra, pero no es un «vacío» a completar después de la lectura de Indigno de ser humano; es un camino opcional, como lo es también (aunque de manera indirecta) leer los relatos Ocho escenas de Tokio (Sajalín, 2012), basados casi idénticamente en las vivencias que componen la aclamada y a veces cuestionada novela.
Conversaciones sobre las asperezas de la vida, bromas juveniles, pocas ganas de repensar sobre la muerte, a pesar de su cercanía. Coqueteos, adulterios, temas demasiado solemnes como para ser entendidos por jóvenes tales. Así transcurre la novela. Y hasta casi el final, el narrador y sus dudas: «¡Si tan solo pudiera poner aquí mi punto final! Los viejos maestros terminaban sus obras en episodios como este, como si significaran algo. Pero Yōzō, yo y seguro ustedes ya estamos hartos de ese decepcionante consuelo a los lectores».
Para terminar, me gustaría volver a destacar el apéndice que sigue a la novela, un rescate sin dudas muy valioso para entender al peculiar escritor: «El cine no debería ser una forma de arte», dice en uno de estos artículos, tajantemente. Les invito a averiguar por qué. No les invito a encontrarse con demasiado sobre su propia obra, pues nos dice: «Sea como sea, no me gusta hablar de mi propia obra. Me odio demasiado a mí mismo».
El rescate en español que está llevando a cabo la editorial También el caracol es de admirar. En Chile, es posible adquirir sus libros en algunas librerías como Librería del Gam, Librería Palmaria, Librería Nueva Altamira o Librería Escorpión Azul. Otros autores que trajeron por primera vez a nuestra lengua son Oda Sakunosuke, Rintarō Takeda o Kunikida Doppo. En el caso de Flores de la bufonería, fue incluso publicada antes que en inglés, lo que sucedió también este año pero unos meses más tarde bajo el título The Flowers of Buffoonery, con traducción de Sam Bett. Un hecho significativo me parece, a pesar de que no se trate de ninguna carrera, por supuesto. Solo queda estar atentos a su trabajo por este lado de la cordillera.
Flores de la bufonería
Osamu Dazai
También el caracol
Traducción de Matías Chiappe Ippolito
2023
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