Honestidad a la japonesa
- Chiemi Kunizawa

- 26 sept
- 3 Min. de lectura
Si hay una nación que es conocida a nivel internacional por ser honesta, esa es Japón. No es extraño que se hable de que, si ellos encuentran una billetera tirada en la calle, la toman para llevarla a la comisaría más cercana sin sacar un solo yen de ella; de que dejan sus computadoras en las mesas de Starbucks para reservar su lugar y se van a la caja a hacer fila para hacer su pedido; de que a las bicicletas, a veces, no se les pone tranca o candado porque, ¿quién se va a llevar algo que no es suyo?

Algunas personas confunden la honestidad con la sinceridad, y también con la honradez. Los ejemplos descritos arriba se relacionan con uno de los significados de la palabra “honesto”: la honradez, que es muy importante para mantener la armonía, no molestar al prójimo y hacer el bien. Por eso es importante evitar lo que en muchos países se conoce como “la viveza criolla”, esa picardía que se tiene para intentar salirse con la suya o buscar su propio beneficio. Para los japoneses no tiene nada de pícaro: es una ofensa. No da gracia, molesta. Hacer trampa para que las cosas sean ventajosas para nosotros no está bien visto, y en el mundo de los negocios socava la confianza y puede llegar a generar una pérdida del vínculo. Hay que recordar que el principio que predomina es no hacerle daño al otro y hacerlo sentir bien al mismo tiempo.
Lo mismo sucede con las verdades a medias. Decir frases como “ya casi termino”, cuando en realidad falta mucho y puede llegar a tomar más de una hora en la tarea, o “ahora lo hago”, cuando en realidad lo va a hacer cuando pueda o tenga ganas, no solo daña la confianza, sino que genera mucha irritabilidad que los japoneses disimulan con una sonrisa. El “casi termino” para los japoneses es, como mucho, diez minutos. Aun así, laboralmente se espera que se digan plazos concretos y no frases ambiguas como esa. Y si se dice que en diez minutos lo tiene listo, es en diez minutos que tiene que estar. No puede ir aplazando ni diciendo “me falta un poco más” e ir retrasando la entrega. Si dice “ahora lo hago”, es ya: ni bien terminó de decir la frase, empieza a hacer la tarea asignada para entregarla lo antes posible. Aunque en su país esas frases signifiquen otra cosa y se puedan usar como verdades a medias para manipular el tiempo, si está tratando con japoneses, tiene que respetar el concepto de tiempo que ellos tienen y ser honestos.
Sin embargo, relacionar la honestidad de los japoneses con la sinceridad es más complejo. Hay un dicho japonés que dice: “Ningen niwa mittsu no kao ga aru (人間には三つの顔がある)”, la gente tiene tres caras. Desde el momento en que un japonés distingue cómo se proyecta y cómo se muestra en público, con la familia y en soledad, podemos darnos cuenta de que sus expresiones no van a ser siempre sinceras y francas. Porque eso no contribuye a mantener la armonía.
Puede que no nos estén mostrando su verdadero “yo” y que nos digan cosas para hacernos sentir bien, pero dentro de ese protocolo se comportan con honestidad, pues lo hacen para conservar el vínculo. Quieren genuinamente mantener la relación con la persona con la que están interactuando, de acuerdo con el lugar que ocupa en su vida, y ese sentimiento es honesto. Aprender a leer entre líneas, conociendo la cultura, es fundamental para mantener una buena relación laboral y de negocios.

En definitiva, comprender la honestidad en la cultura japonesa implica ir más allá de nuestras propias nociones de sinceridad y transparencia. No se trata solo de decir la verdad, sino de actuar con integridad dentro de los códigos sociales que preservan la armonía. La honradez, el respeto por el tiempo ajeno y la consideración por el lugar que ocupa cada persona en la vida del otro son pilares de una ética relacional que, aunque distinta a la nuestra, es profundamente coherente.
Sobre la autora:
Chiemi Kunizawa, de nacionalidad uruguaya y española, es tercera generación de japoneses. Realizó su educación primaria en Japón y la secundaria en Uruguay, lo que le permitió crecer como bilingüe. Esta experiencia le permitió absorber ambas culturas y desarrollar una comprensión profunda de ellas, lo que garantiza traducciones precisas y fieles.














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