Shin Godzilla: La humanidad escondida del rey de los monstruos
- Ricardo Fredes

- 25 sept
- 6 Min. de lectura
Godzilla siempre ha capturado mi atención, incluso desde la primera vez que lo vi como el juguete de un amigo cuando era niño. Esta criatura ha estado presente en series de televisión, cómics, videojuegos y, obviamente, posee una filmografía que abarca al menos unos setenta años; las que, si bien son conocidas por batallas de monstruos gigantes y el ocasional momento chistoso de actores disfrazados en botarga, no quita el hecho que este kaiju ha sido una figura trágica en un mundo que no lo entiende.

Es en este punto, quizás, donde siento una mayor afinidad con el personaje. Desde que estaba en el colegio, hubo momentos en que sentía que no tenía un lugar en el mundo; ni mis compañeros ni mis profesores parecían comprenderme. En cambio, esperaban que me ajustara a sus moldes, que siguiera la misma línea que todos. Como persona que vive dentro del espectro autista, hay momentos —incluso ahora— en que el mundo parece volverse en mi contra. Y en esos instantes, la sensación puede ser profundamente desoladora.
Por lo mismo, cuando vi la obra original de 1954 de Honda Ichiro, no pude evitar sentir cierta empatía por esta criatura tan imponente. Aquella bestia, aunque arrasó con edificios y ciudades a su paso, no había elegido mutar bajo los efectos de la radiación que la transformó. Lo que muchos interpretaron como desolación, bien podría entenderse como un grito de auxilio; uno que, si bien lograba ser percibido por el personaje del Dr. Yaname (interpretado por Shimura Takashi), era ignorado por el resto del elenco. Y aunque esto resulta comprensible dadas las circunstancias en que se desarrolla la trama, no deja de provocar una reflexión profunda.

Godzilla, como figura simbólica, encarna el temor colectivo hacia la radioactividad. Un miedo profundamente comprensible, considerando el historial de Japón: desde los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial, hasta la tragedia del pesquero Daigo Fukuryū Maru en 1954, contaminado tras una prueba de bomba de hidrógeno. Incluso en tiempos recientes, el desastre nuclear de Fukushima —provocado por un violento terremoto y posterior tsunami— ha reavivado ese temor latente, que Godzilla representa con una fuerza casi mítica.
Debido a estos episodios se puede entender hasta cierto punto que exista rechazo por parte de la ciudadanía japonesa en lo que se refiere a la radioactividad. Y es que obras como el manga Hadashi no Gen (Nakazawa Keiji, 1973-1987) reflejan el infierno en vida que fue esta tragedia en la historia. Aun alejándonos del contexto japonés, el cine y la televisión norteamericana también han explorado el temor y la ironía en torno al poder nuclear. En Dr. Insólito (Stanley Kubrick, 1964), la sátira se convierte en una herramienta para retratar el absurdo y el caos que puede desencadenar la posesión de un arma de tal magnitud durante la Guerra Fría. Por otro lado, Los Simpson aborda el tema desde la comedia cotidiana: la planta nuclear de Springfield no solo es un escenario recurrente, sino que además tiene como encargado de seguridad a Homero Simpson, un personaje que encarna la negligencia y el absurdo.
Así, el rol de Godzilla puede interpretarse como una forma de venganza de la naturaleza frente a los estragos de la radiación. Su paso devastador, producto del envenenamiento nuclear, se manifiesta en una furia incontenible, con su aliento atómico replicando la magnitud destructiva de una bomba. Con el correr de las décadas, sin embargo, el monstruo ha evolucionado: de ser una fuerza imparable y simbólica del desequilibrio ambiental, ha pasado a convertirse en una figura más ambigua: un héroe poco convencional que se enfrenta a otras criaturas, encarnando nuevas tensiones y lecturas culturales.
Pese a ello, el monstruo finalmente volvería a sus raíces con Shin Godzilla, película de 2016 codirigida y escrita por el animador Anno Hideaki. Reconocido por obras como Neon Genesis Evangelion, Anno no es ajeno a la creación de atmósferas incómodas, emocionalmente intensas y profundamente dramáticas. La propia Evangelion, con su carga simbólica y existencial, no solo marcó un hito en la animación japonesa, sino que también fue el detonante de dos episodios depresivos en el autor.
Tomando como referencia el ya mencionado accidente nuclear de Fukushima, Shin Godzilla nos presenta quizás a la versión más terrorífica del kaiju pero a la vez una de las más lamentables; lejos de ser una bestia de piel negra-verdosa, tenemos a un Godzilla que se desplaza desde los mares. Se le ve confundido, asustado —y cómo no estarlo— al ser no solo una criatura de proporciones descomunales, sino también porque su propio cuerpo parece rechazar aquello que lo consume, expulsando litros de sangre a su paso.

A lo largo de la película, presenciamos cómo esta criatura muta de forma violenta, adaptando su cuerpo al entorno hasta alcanzar una silueta cercana a su forma más tradicional. Su piel, ahora semejante a quemaduras brutales, y sus dientes, tan desordenados que se sugiere que no podría alimentarse de manera convencional, configuran una imagen de sufrimiento más que de amenaza. No es sino hasta que es atacado que estalla en ira, liberando su icónico “súper aliento atómico” en una de las representaciones más sombrías del poder destructivo: su mandíbula inferior se divide en dos para canalizar el impacto, mientras la secuencia es acompañada por la desgarradora “Who Will Know” (Sagisu Shirō, 2016). La canción, íntegramente en inglés, parece articular el punto de vista del propio Godzilla en ese instante:
If I die in this world, who will know something of me.
Si muero en este mundo, ¿quién sabrá algo de mí?
I am lost, no one knows, there's no trace of my yearning.
Estoy perdido, nadie lo sabe, no hay rastro de mi deseo.
If I die in this world, who will know something of me.
Si muero en este mundo, ¿quién sabrá algo de mí?
But I must carry on. Nothing worse can befall.
Pero debo seguir. Nada peor puede ocurrir.
I am lost, no one knows, there's no trace of my yearning.
Estoy perdido, nadie lo sabe, no hay rastro de mi deseo.
All my fears, all my tears, tell my heart there's a hole.
Todos mis miedos, todas mis lágrimas, dile a mi corazón que hay un agujero.
I wear a void, not even hope. A downward slope is all I see.
Llevo un vacío, ni siquiera una esperanza. Una pendiente cuesta abajo es todo lo que veo.
Not even hope. I may yet stand the slightest chance.
Ni siquiera una esperanza. Todavía puedo tener la más mínima oportunidad
A downward slope. A shaft of light is all I need.
Una pendiente cuesta abajo. Una rayo de luz es todo lo que necesito.
Is all I see. To cease the darkness killing me.
Es todo lo que veo. Para cesar la oscuridad que me está matando.
Anteriormente mencioné cómo, durante años —en especial en mi etapa escolar— me sentía incomprendido y también profundamente solo. Como alguien que sufrió bullying durante gran parte de su vida estudiantil, no puedo sino empatizar con la bestia aquí. Ese sentimiento de alienación, de no pertenecer, de sentirse el bicho raro dentro de un grupo, y de creer que envenenas a quienes te rodean producto de tus propias idiosincrasias, es una mochila que he cargado por años. Y en Shin Godzilla, obra que dura un poco más de dos horas, veo al monstruo rey del cine que encarna cada uno de esos temores, dudas y dolores.
Finalmente, eso es lo que hace que esta película se sienta distinta, quizás hasta más personal que cualquier otra película del monstruo, incluyendo la excelente Godzilla Minus One (Yamazaki Takashi. 2023). Si bien mantiene los elementos de destrucción y pánico que caracterizan a estos filmes, hay un factor extremadamente humano en la bestia. Algo que incomoda, que temes pero que a la vez se siente tan real que es imposible no llegar a sentir empatía por él.
Sabes que una película es realmente buena no solo cuando logra entretener, sino también cuando invita a reflexionar sobre sus temas, llegando incluso a transformar tu forma de pensar. Es ficción, sí, pero cuando nace desde un lugar tan humano, visceral y desnudo, desmerecer esa labor sería casi una falta de respeto.
Para mí, Shin Godzilla es esa obra. Entiendo perfectamente a quien considere una locura hablar profundamente de un monstruo gigante, pero me resulta imposible no detenerme en la forma tan singular en que se presenta al rey de los monstruos. Es como encontrar la lámpara de un genio o el Santo Grial: algo inesperado, único, que te maravilla por su sola existencia. Las películas de Godzilla seguirán apareciendo —quizás incluso cuando yo ya no esté en este mundo—, pero siempre habrá solo un Shin Godzilla.
Shin Godzilla se encuentra disponible en Prime Video.
FICHA TÉCNICA:

Película: Shin Godzilla
Año: 2016
Director: Anno Hideaki y Higuchi Shinji














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