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Hiroshima: el libro que todos deberíamos leer

Por lo general, cuando me recuerdan lo sucedido durante la Segunda Guerra Mundial no puedo evitar pensar inmediatamente en Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, hasta antes de leer Hiroshima de John Hersey mi mirada hacia los hechos era bastante superficial. Sabía, por supuesto, el horror que causó la bomba Little Boy el 6 de agosto de 1945 en la ciudad japonesa. Imaginaba más o menos el panorama devastador, he visto un par de imágenes bastante terribles de las consecuencias que la bomba de uranio dejó en las personas y en la ciudad. Pese a ello, mi foco de atención siempre estuvo puesto en el instante mismo en que cayeron las bombas, nunca en el después.


Artículo original de John Hersey sobre Hiroshima

Precisamente allí, en el después, es donde radica la importancia de este libro, cuyo origen se remonta a un artículo de ciento cincuenta páginas escrito por el periodista John Hersey al llevar a cabo una investigación de tres semanas de el Japón de 1946 como corresponsal de las revistas estadounidenses New Yorker y Time. Su testimonio vino a llenar una laguna, y de paso, conmocionar a una nación entera que hasta ese momento justificaba la bomba como una venganza merecida. Casi un año después de la tragedia en Hiroshima y Nagasaki se sabía muy poco sobre las consecuencias causadas por las bombas Little Boy y Fat Man lanzadas en las respectivas ciudades. Es por ello que cuando el artículo completo salió a la luz, el 31 de agosto de 1946, nadie pudo quedar indiferente ante él. Incluso Einstein ordenó, sin éxito, comprar mil copias de la revista para repartirlos entre sus colegas científicos.


Hersey nos relata la vida inmediata de seis supervivientes luego de que la bomba relampagueara sobre la ciudad. En Hiroshima nos encontraremos con las historias de dolor, resignación y superación de Toshiko Sasaki, joven empleada en una fábrica de estaño; Masakazu Fujii, doctor propietario de una clínica privada; Hatsuyo Nakamura, viuda y madre de tres niños; Wilhelm Kleinsorge, sacerdote jesuita alemán; Terufumi Sasaki, doctor joven del hospital de la Cruz Roja; y Kiyoshi Tanimoto, pastor de la Iglesia Metodista de Hiroshima.

Supervivientes de Hiroshima entrevistados por John Hersey

Además de introducirnos en sus vidas, Hersey nos permite rozar, al menos por unos instantes, el espíritu japonés en su máxima expresión. Ese sentimiento que nos deja asombrados cada vez que una catástrofe azota el corazón de su pueblo. Así queda expresado en el siguiente párrafo:


Para un occidental como el padre Kleinsorge, el silencio en el bosquecillo junto al río, donde cientos de personas gravemente heridas sufrían juntas, fue uno de los fenómenos más atroces e imponentes que jamás había vivido. Los heridos guardaban silencio; nadie lloraba, mucho menos gritaba de dolor; nadie se quejaba; de los muchos que murieron, ninguno murió ruidosamente; ni siquiera los niños lloraban; pocos hablaban siquiera. Y cuando el padre Kleinsorge dio a beber agua a algunos cuyas caras estaban cubiertas casi por completo por las quemaduras, bebían su ración y enseguida se levantaban un poco e inclinaban la cabeza en señal de gratitud. [1]


Bajo el amparo de su profundidad periodística Hersey nos permite también vislumbrar la relación del pueblo japonés con el propio Emperador Hirohito:


Muchos civiles, todos ellos vendados, […] escucharon la transmisión y cuando se dieron cuenta de que era el Emperador, lloraron con los ojos llenos de lágrimas. “Qué bendición es que Tenno en persona nos hable y oigamos su propia voz. Nos sentimos plenamente satisfechos en tal sacrificio.” [2]


Como es de imaginar, la vida de los supervivientes o hibakushas (literalmente “persona afectada por una explosión”) cambió completamente. Esta nueva arma que seguía matando mucho tiempo después no solo causó estragos emocionales y físicos, sino que también económicos. Por un buen tiempo Japón se negó aceptar algún tipo de responsabilidad moral frente a las víctimas del gobierno estadounidense. Es más, algunos sobrevivientes sufrieron el desprecio de los no-hibakushas cuando se corrió el rumor infundado de que estos eran beneficiarios de todo tipo de ayudas. Fue en 1957, doce años después, cuando por fin los partidos japoneses asumieron la causa, promulgando así la Ley de Cuidados Médicos para las Víctimas de la Bomba Atómica [3].


La obra de Hersey puede resultar monótona a ratos por su predilección a las cifras o uno que otro dato duro. Dicho esto, no hay que olvidar que la génesis del libro proviene del ámbito netamente periodístico, por lo cual se debe leer como tal, pese a su nuevo formato narrativo. Al margen del estilo periodístico literario simple y directo del autor, Hiroshima es sin lugar a dudas un libro que deja huella. Nos hace reflexionar seriamente si los humanos vamos repitiendo los mismos patrones a lo largo de la historia sin ser capaces de modificar la secuencia, o por el contrario, buscamos la salida de este círculo vicioso.

Espero por el bien de todos nosotros, y en memoria de todas las víctimas de tantas guerras sin sentido, que nos inclinemos siempre por la segunda opción.

Datos del libro:

REFERENCIAS:

[1] Hersey, John. Hiroshima. Trad. Juan Gabriel Vásquez. Barcelona: Penguin Random House, 2015. 61. Impreso. [2] Hersey, John. Hiroshima. Trad. Juan Gabriel Vásquez. Barcelona: Penguin Random House, 2015. 91. Impreso. [3] Hersey, John. Hiroshima. Trad. Juan Gabriel Vásquez. Barcelona: Penguin Random House, 2015. 129.

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