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El samurai beatificado de Cristo


Hace dos años, Osaka (Japón) fue el escenario de un importante evento para la religión occidental: el 7 de febrero de 2017 el representante del papa declaró beato al samurái mártir Justo Takayama Ukon. Este samurái, fiel, laico, testigo heroico del evangelio y padre de familia, como lo describe el papa Francisco en su carta de beatificación, es uno de los cristianos más sólidos en su vida, y sacrificio para el futuro católico en Japón.

Fallecido en 1615 tras enfermarse en Filipinas, tuvo que esperar más de 400 años para ser beatificado. En estos últimos días los católicos están intensificando la oración y donación por la canonización de Takayama y otros mártires que han sido beatificados. Por eso no es extraño que, en las artes, el animé, e incluso en actos gubernamentales, la presencia católica japonesa, a pesar de tener un 0,5% de la población, sigue atrayendo a futuras generaciones de nipones.

Takayama no es el único japonés mártir que existe, en 2008 fueron beatificados: el padre Pablo Kibe y 187 compañeros en Nagasaki. Lo mismo sucedió con Alfonso Navarrete y 204 compañeros; y Martin Lumbreras y Melchor Sánchez; misioneros españoles.

Los canonizados son Pablo Miki y 25 compañeros, y Lorenzo Ruiz de origen filipino, más 15 compañeros. En el caso de los venerables, están la conversa y virgen Elisabeth Kitahara Sakoto y el misionero salesiano Vicente Cimatti. Ahora se suma la causa del padre Pedro Arrupe, misionero en Hiroshima que ya se encuentra abierta.

En el caso de Takayama, tendremos que esperar a que el papa Francisco visite el sol naciente en noviembre del 2019.


Su vida

Takayama Ukon nació en 1552, en el territorio que hoy corresponde a Osaka. Perteneció a una familia noble con el título de daimyo: señores feudales con derecho a constituir un ejército y tener samurái a su servicio. Su padre abrazó la fe católica cuando Ukon tenía doce años, así que fue bautizado con el nombre de Justo. Muchos de su entorno se convirtieron siguiendo su ejemplo.

Cerca de final del siglo, Japón fue dominado por Toyotomi Hideyoshi, conocido como el segundo "gran unificador" del país, quien fue convencido de expulsar a los misioneros cristianos en 1587. Mientras muchos señores renunciaron a la fe por la prohibición, Justo y su padre permanecieron fieles, por lo cual perdieron sus territorios y sus honores.

Viaje de Ukon Takayama a Filipinas

Durante varios años vivieron bajo la protección de señores amigos, pero la prohibición definitiva de la fe en 1614 lo llevó al exilio, liderando un grupo de 300 creyentes que navegaron hacia Filipinas. En este país fue recibido por los misioneros jesuitas, pero solo pudo vivir su fe libremente durante 40 días, tras los cuales murió por una enfermedad a la edad de 63 años. A su muerte recibió un funeral con los plenos honores militares que correspondían a su dignidad de daimyo.

En Japón los católicos celebran peregrinaciones a los lugares en los que vivió, luchó y rezó. Como sucedió con Cristo, y suele suceder con los santos cristianos, sus mayores victorias las cosechará después de muerto.

En una plaza de Manila (capital de las Filipinas) se levanta una escultura que recuerda a Ukon Takayama, el “samurái de Dios”, con la cruz en sus manos.


Felipe Torres Zamora Locutor radial y comunicador

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