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La maldición de los 40 años: Japón y la (mala) suerte olímpica

La palabra noroi (ノロイ), que traducida al español tiene como significado "maldición", abunda en la mitología y el folklore tradicional japonés y ha obtenido una suerte de frescura gracias a su masificación en diferentes obras del ya mundialmente famoso cine de terror nipón, al igual que en obras de manga y anime. Su significado no dista demasiado respecto a las definiciones occidentales, su connotación es negativa por donde se le mire. Muchas de estas maldiciones pueden sortearse fácilmente a través de amuletos, la aplicación de sal como método de purificación, o bien, la intervención de autoridades espirituales como sacerdotisas o los célebres Onmyōji, expertos en las artes esotéricas del Japón antiguo. Sin embargo, muchas otras veces la maldición simplemente no puede contrarrestarse. Todo lo anterior no busca introducir a la lectura de un artículo acerca de las antiguas leyendas y tradiciones del Japón de épocas pasadas y que en ocasiones suele resurgir en la forma de alguna leyenda urbana que pulula en Internet. Mucho menos busca ser una suerte de “guía esotérica japonesa”. Por el contrario, en esta ocasión nos referimos a una "maldición" mucho más concreta que ha estado manifestándose en Japón durante largos años de su historia moderna hasta la actualidad: la infame maldición de los 40 años. Y que parece estar nuevamente en boga, sacando a flote la larga data de complicadas relaciones entre Japón y los Juegos Olímpicos.

Los orígenes de la maldición se remontan a la primera mitad del siglo XX pasado. Por aquel entonces, la cita olímpica correspondiente al año 1936 se llevó a cabo en la ciudad de Berlín. Para estas fechas, Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista ya llevaban tres años instalados en el poder. Fue así, en medio del álgido clima internacional, que Japón trazó sus primeros planes de hacerse con la próxima edición de los juegos como país anfitrión. El tiempo apremiaba; las votaciones acerca de la próxima sede habían sido establecidas para el año 1938, de esta manera, la próxima edición de los Juegos Olímpicos habría de celebrarse cuatro años después de Berlín 1936, siguiendo el calendario tradicional de las ediciones pasadas, es decir, 1940.


La decisión doble de realizar los XII Juegos Olímpicos en Tokio y los V Juegos Olímpicos de invierno en Sapporo no respondía solo a un impulso de las autoridades imperiales por ganarse un lugar de importancia en el escenario geopolítico de la época frente a las potencias occidentales. El año de 1940 era sumamente especial para los japoneses, pues correspondía al aniversario de los 2.600 años del Imperio japonés. De esta manera, ser la sede de dos ediciones de Juegos Olímpicos era solo un par de fechas más a las que agregar al calendario de mega-celebraciones a nivel nacional. Por supuesto, las cosas no salieron como las autoridades imperiales esperaban y el contexto geopolítico de la época se encargó de dar las primeras estocadas definitivas que terminarían hundiendo los planes japoneses de realizar por primera vez en su historia los Juegos Olímpicos. En 1937 estalló la Segunda Guerra Sino-japonesa. Conflicto que decantaría en la ya conocida Guerra del Pacífico, dentro de la Segunda Guerra Mundial. Para 1938, momento decisivo para la elección de una nueva sede, Japón ya se encontraba enfrentado a las grandes potencias mundiales y los efectos de las distintas sanciones comerciales ya se estaban resintiendo. El COI (Comité Olímpico Internacional) no tardó en tomar la decisión de cancelar la nueva edición de los Juegos Olímpicos correspondientes al año 1940 debido a la guerra. Quedaban sepultadas definitivamente las aspiraciones niponas para ser una doble sede olímpica. Los años posteriores en torno a la guerra y el Japón son ya una historia conocida.


Los años de la posguerra fueron duros para el mundo entero, más aún para los países derrotados. Tanto la economía como los ánimos debían levantarse. Así fue como los nuevos Juegos Olímpicos fueron planificados para llevarse a cabo en Gran Bretaña, en 1948. Sin embargo –y como era de esperarse– ni Alemania ni Japón fueron invitados a participar, como castigo por las acciones en la guerra recién pasada. Una vez más la maldición continuó viva en el país y no fue sino hasta 1964, cuando Japón pudo por fin realizar los primeros Juegos Olímpicos de su historia. Ocho años después, en 1972, sería la revancha para Sapporo y los Juegos Olímpicos de Invierno.

La buena racha de Japón y los Juegos Olímpicos sufriría un nuevo revés en la década de los 80, cuando los embates de la Guerra Fría se encargarían una vez más de tensionar el panorama internacional. Esta vez, la sede resultaba ser Moscú, el corazón mismo de la URSS. La invasión de Afganistán por parte de esta última superpotencia fue el motivo suficiente para que distintos países alineados al bloque occidental –Japón entre ellos– llamaran al boicot, restándose de participar.


De esta manera, la maldición vuelve a hacerse presente en nuestros días; los esfuerzos políticos, económicos, comunicacionales y culturales desplegados por el Estado del Japón de la pasada administración de Abe con sus planes de ser la nueva sede en Tokio 2020 no fueron rivales suficientes para hacer frente a una de las peores pandemias que la humanidad haya visto en el último tiempo. El estallido de los contagios por COVID-19 a nivel global vinieron a revivir los fantasmas del pasado. Simplemente pareciera ser que la suerte no acompaña al país del Sol Naciente cuando se trata de ser la sede de las citas olímpicas.


En el momento en que este artículo ha sido escrito, los Juegos Olímpicos de Tokio ya ha pasado por los estados de confirmación para sus fechas originales en 2020, la postergación al presente año 2021, los rumores de una supuesta cancelación definitiva y la rápida respuesta desde el gobierno desmintiendo todo tipo de afirmaciones de esta naturaleza. La consigna sigue siendo afirmativa en cuanto a la realización del evento. Esto, a pesar de que la tasa de contagios en suelo nipón parece seguir la tendencia mundial de ir en preocupante aumento. Queda entonces aguantar la respiración hasta un nuevo comunicado oficial por parte de las autoridades del gobierno japonés, ahora bajo la administración de Suga. Sin embargo, no es arriesgado aventurarse a decir a estas alturas que el escenario es cada vez menos favorable. Pareciera ser que hay maldiciones que sencillamente no pueden romperse.

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